lunes, 6 de febrero de 2012

Expreso mortal

Por: Luis Enrique Mendoza

Es otro día de trabajo. Soy chofer de bus interprovincial y muchos amigos dicen que conduzco hacia la muerte. Los ataques terroristas hacen muy difícil mi trabajo pero debo arriesgarme para mantener a mi familia. Trabajo para la empresa “Cabanino” y con lo que me pagan llevo el pan a mi casa.




¡Hora de partir! Los pasajeros ya están dentro del bus y es tiempo de conducir. Estamos a un par de días de las fiestas patrias y debo llevarlas hasta su tierra natal para que la pasen con sus seres queridos. Calculo que llegaré justo a tiempo para dejarlos y regresar para pasar el feriado con mi familia.



Estoy pasando por la Panamericana Sur y por ahora todo va bien. Los pasajeros están callados y el camino esta despejado. Nos dirigimos hacia Querobamba, la capital de la provincia de Sucre en Ayacucho, y todavía faltan horas para llegar.



¡Ica esta a la vista! Creó que tomaré un atajo por Palpa y de ahí llegaré hacia Lucanas. Estoy dejando el camino asfaltado y conduzco por la tierra y las piedras.



Todo sigue normal, pero, veo algo extraño. Es un grupo de personas con fierros, cuchillos, machetes y fierros. ¡Terrucos! Mierda, ya nos fregamos. ¿Qué hago? ¿Me detengo? ¿Sigo adelante? ¡Nos están disparando! Tendré que parar. Ojalá siga vivo. Esa gente esta entrando. “¿Son policías?” grita el líder de los terroristas. La gente asustada dice que no. “¡Digan la verdad, carajo!” exige ese tipo. Me muero de miedo y la gente está mucho más asustada. “Conduce carajo, y no cierres la puerta” me dijo uno de los terrucos.



Seguí mi camino con la puerta abierta y los terroristas adentro. Los malditos empezaron a interrogar uno por uno a los pasajeros. “No se nada, no se nada” dijo el primer pasajero temeroso. Le dieron una golpiza y lo arrojaron del bus.



Pasan los minutos y siguen golpeando y tirando del bus a los pasajeros uno por uno. No puedo seguir viendo esto, solo miraré al frente y seguiré mi ruta. Es difícil porque sigo escuchando los llantos y el morir de las personas.



Estoy en el distrito de Soras y no he volteado en dos horas. Voy a hacerlo. Tengo miedo pero lo haré. ¡Solo queda un pasajero y está muerto! ¡Lo van a tirar! Lo arrojaron y no hay más pasajeros. “¡Detente mierda!” grita el líder de los terrucos. “No me mate, se lo suplico” le digo. “Camarada Pedro, él no parece policía” le susurró uno de sus compañeros. “Vete, y no digas nada de esto a nadie” me dice y se va con los demás terroristas. Es extraño que no me hayan matado. Seguro que mis rasgos andinos me ayudaron.



Llegue a Querobamba con el bus vacio. En la estación esperaban los familiares de los pasajeros. “Nos atacaron los terroristas, todos murieron, los arrojaron por al carretera” les dije. Todos lloramos. Los familiares tomaron buses y fueron en la búsqueda de los cuerpos. Me quedaré un par de horas en la ciudad. Ojalá que en el camino de regreso no me encuentre con los terrucos

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