jueves, 23 de febrero de 2012

Nunca entramos a la Iglesia

Por: Consuelo Solis

Se acabo. Nunca fue. Nunca duro. Eso que hubo alguna vez ¿Se registro en algún lugar? No. ¿Tu?, ¿yo? ¿Que es eso? Martin y José. No recordar la canción de Leo Dan. ¿Como decía? La conoci un domingo. Entramos juntos a la iglesia, por vez primera, para que Dios desde el altar nos bendijera. Mentira el amor nunca se registro. Se fue él. Me quede yo.


Este es el final. Ya lo saben. Si quieren escucharlo. Óiganlo. No les pido permiso pero tampoco les pido perdón. Me rio con sorna, por ustedes, nunca por mí. Querrán saber cómo empezó. Pero no se los diré, eso queda en mi pecho y quizás en el suyo. Les voy a hablar de la guerra.


Alguna vez yo visite la plaza de la bandera, deambulaba porque no tenía amigos, y creo que el tampoco. Aquel tenía moretones en las piernas jugosas que mostraba y yo algunos en los brazos, que mi padre me daba. Quizás fueron los golpes los que nos unieron, no lo sé. Pero fue mi sonrisa la que descubrió la suya, mientras caminaba y el a veces me miraba.


Los conos de lima, son esos pedazos arrecochinados en los extremos de la capital. Calurosos y llenos de negocios. Las calles asfixiantes de tanto ambulante, de tantas sombrillas en el verano. Grajeas de doña Pepa, todas pegaditas y ajustaditas. Yo vivía por allí y el también. Pero antes que todo, Esta no es una historia de amor. Ustedes amantes del canal telenovelas de televisa, olvídense de ello y también va para ustedes lectores acérrimos de la revista Vanidades, sí, ustedes seguidoras de la vida de Carolina de Mónaco. Esto no es algo así.


Ambos éramos de conos. Tu en el norte, yo en el sur. Solo diré que tu vagancia en clases me irritaba y me satisfacía después, para poder decirte Mediocre. No hay nada como insultar a un izquierdista testarudo que no pinta en la universidad.


Dispárenles a todos. Si estos rojos, perros resentidos, quieren acabar con la pobreza. Bueno, matemos a los pobres y se acabo. Pero mi comandante, esta masacre traería a los Derechos Humanos y ya saben cómo joden esos. No me importa. Los mato también.


Te había visto desde lejos, con esas chompas roídas, que parecen el estigma deustedes, siempre con chompas, invierno, verano, no se olvidan de donde salieron. Ayacucho. Ayacucho. Eterno estado de emergencia. Dolor de cabeza del país. Parecieran todos bastardos de Abimael. Él la hormiga reina, todo gorda, sentada, hablándoles, comiendo su caviar, dándoles a luz esa estupidez que llaman ideología, que no son nada más que frases vacuas y repetidas.


Esta vez si te iba a matar. ¿Recuerdas, la clase de géneros periodísticos? Que más parecían literarias. Esa profesora mofletuda y lenta al andar, que nos dijo en una, que ella era especialista en temas audiovisuales. Y pensé: ¿Entonces porque mierda enseñas un curso pre-requisito para periodismo escrito? Como te defendió aquella vez. La tarea era sencilla, hacernos preguntas entre nosotros, como calentamiento para entrar al tema de la entrevista. Levante mi delgado brazo y quise empezar. Tú eras mi víctima. Te pregunte:


¿Tú eres socialista?


Silencio. Tu silencio, apañado por el de la profesora. Un largo y gozoso minuto transcurrió para mí, al escuchar tu silencio. Lo sabía, eras una rata roja, por eso no querías opinar de nada político, por miedo a tus vergonzosas ideas.


Profesora no me contesta.


Bueno déjalo, papito, será tímido. Recuerdo tus ojos, buscando el de tu novia, que era mi amiga. Ni ella pudo, con mis ojos vencedores, solo agacho la mirada y no vio a nadie.


Pero así no podemos practicar la entrevista. Haber probare con otra pregunta: ¿Crees en la igualdad de todos?


Te atreviste a contestar: Creo que sí.


¿Cómo que crees? Es ¿Sí o no?, Volviste a callar.


Cobarde. Por eso necesitan pasamontañas para hacer sus jugarretas, por eso se cambian de nombre. Nunca serán guerrilleros, son solo delincuentes de quimera. Mayor audacia tiene un ratero de bolsos. Es simple, quieren dinero.


Esa fue una muerte verbal, la que te di, aquella vez.


Después en la campaña de Ollanta. Invitabas a todos tus amigos, a sus mítines con grupos de rock. Fui, los poseros contestarios eran ebrios y yo tenía sed. Cuando llegamos, la multitud rebosaba la plaza san Martín, y los jóvenes escaseábamos, viejos, con las miradas duras, con las manos en puño eran la mayoría, muchos de ellos, en las esquinas vendían sus revistas vórtices. Tú no estabas con nosotros. Tú eras más que un voceador del evento. Tú pertenecías al movimiento. ¿Qué movimiento? Nunca lo llegue a saber. Pero ha de haber sido uno con bastante acogida.

Después, el soldadito se dio cuenta, que la quimera izquierdista es una cojudez y le dijo Si a las Minas. Y tú ahora salías a las calles, a decirle No a Ollanta. Quien te entiende rojito quisquilloso.


Y ahora mira, estas escondido, tapándote la boca, ¿no te gusta el olor a pólvora? ¿Tampoco el sonido del tanque en el que me encuentro yo? Siempre te tuve un gusto, un no sé que, me llamaba la atención tu cobardía, me enfermaba, te seguía por los periódicos. No me gustaba estudiar con alguien como tú. No me hiciste nada. Pero tu mediocridad, fastidiaba el aire que respiraba en el salón.


En las fiestas, eras tan callado, solo tú y tu vaso de cerveza, y a veces, rodeabas con una de tus manos, a mi amiga, que era tu novia. Tu triste novia que me contaba, lo infeliz que la hacías, con tus reservas. Eras un delincuente y ella estaba enamorada de ti. Era una chica bastante normal. Solo deseaba, después de algún tiempo a tu lado conocer tu casa, tu familia pero oh no. Tú no podías. Era peligroso. ¿Qué has conseguido ahora? Nada. Tu anonimato, tu chompa roída y el polvo que cae en tu boca. Y nada de lo que predicas existió cuando eras universitario y menos ahora que no eres nada.


¿Está seguro que quiere dar la orden? Ya le dije que sí, sargento. BOOM BOOM BOOM. Se acabo la pobreza, te acabaste tú. En unas horas, iré a tu casa en puente piedra, conoceré lo que mi triste amiga quiso conocer. Tu miseria. Y míranos acá. Tu cuerpo va a hacer enterrado en una fosa común, no recibirás ni una misa. Y como te dije. Nunca entramos a una iglesia. Yo tampoco creo en Dios.

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