miércoles, 15 de febrero de 2012

Había una vez

Por: Consuelo Solis


No, nunca hubo una vez. Naces con aquello o no. Y Alicante fue un pueblo que se prestó a mis inquietudes. Cada mañana el sol demoraba una hora más en salir, en comparación al resto del mundo. Éramos un pueblo que soñaba una hora más. Y éramos bellos y jóvenes. Siempre dejamos cadáveres hermosos. Nuestros ataúdes eran de vidrio. Aquí en mi tierra se hacía vidrio, no nos costaba nada. El interior de las casas estaban forradas de espejo para que cada reunión, fiesta y comida sea más placentera, mirándonos.


La estética nunca fue una virtud, sino algo con que se nace. Y siempre todos estábamos conscientes que el resto del mundo no lo entenderían del todo.
Cuando viaje a Lima, todo se fue a la mierda. Y se preguntaran amigos míos, ¿porque viaje? No lo sé. No lo quiero saber. Simplemente aparecí. La belleza no necesita explicaciones y yo tampoco.
El centro de lima, era divertido, todo se movía en las noches. Mujeres de tacones altos, faldas cortas, cabellos prendidos de tinte y pestañas postizas deambulaban. Eran zombis bellos. Y así cual Aristeo, los hombres también se descubrían los pechos y la plaza san Martin era su reino. Los tuve a todos alguna vez, pero me canse. Su belleza nunca fue suya. Eran mentiras.
Hubo una noche en lo que mi cabeza se movía zigzag zig zag para atrás zigzag zigzag para adelante,¡chica boom! Y en medio de ese jolgorio sicodélico alguien se me acerco. Llevaba un polo blanco con la A de anarquía y una cresta inmensa en su cabeza. Le dije: Viejo, este es mi camino, déjame andar ¡chica boom! Y no sé, se molestó y me rasguño el cuello.
Desde esa noche, Salazar Bondy apareció en mi cabeza y me dije: Lima, la horrible, carajo. Vamos a matarlos a todos. Y aquí estoy amigos míos.
Terrorista de la fealdad. Paladín de la belleza. Héroe anónimo y famoso. Porque en cada hombre y mujer bella me verán. Porque lo feo se extinguirá.
Aquí aprendí también que las mentiras pueden ser bellas. Al día siguiente de mi consigna, caminaba sin saber qué hacer para llevar a cabo mi empresa. Y la vi. La vi la vi… Fito Páez fue la música de fondo. Llevaba un vestido y un amor. Mentira. Llevaba un habito y una biblia. Y me dije: heme aquí hermanos, encontré mi disfraz.
Música de fondo: Loco – Andrés calamaroNanana nanana cargo en mi morral, aquella prenda divina que arrebate a esa bella monja. Que bese hasta que mi boca se hinchara. Me dije: ¡Como no naciste en alicante, santa! Y la deje ahí, en un callejón entre quilca y plaza Francia.
12. 45 am viernes, camino sonriente por el averno, prendo un bate para estar en honda, un chico feo con cresta se me acerca. ¡Lanzamela! Sonrió, giro a verlo y se la lanzo. Oe hermano, tengo un poco más en camana, pero me da palta recogerlo solo. Inocente el piensa que afortunado es. La va a lanzar y gratis, solo por acompañar a esta menuda cojudita a recoger un poco de ganya.
Caminamos y me pregunta las mismas tonterías que cualquier chico preguntaría. Mi edad, donde vivo, como me llamo. Punks, metaleros, anárquicos, frikis, nerds, pavos, la misma mierda, se les sale el macho imbécil que se cree vivo cuando ven a una mujer menudita y chiquita, fácilmente violable.
Pasamos un par de librerías, entramos por una puerta angosta, una escalera de madera con olor a orines nos recibe, un tercer piso aguarda, el bar del francesito. Un pata chiquito y blanco con bigotito y peinado con raya al costado es el dueño de aquel antro. Es mi brother y me presta su baño.
Ya man, entra a este urinario, el huevon me hace caso y yo voy detrás, cierro la puerta, saco un cuchillito con mango rojo y se la clavó en el cuello. Siento que la sangre chilla, combina con mi cuchillo, espero unos minutos, quiero ver como la luz se escapa de sus ojos. Uno menos.
Salgo del bar. Eso es lo bueno del centro, hay cada hueco para cambiarse. Una monja a la 1.30 de la mañana, esa gente esta tan volada que no se darán cuenta hasta mañana, cuando la resaca los obligue a ir al baño.
Pero no hay mejor forma que atracar en el día. Cerca de las iglesias. Para mezclarme entre ellas, mis amigas, hermanas compañeras de vestido.
La vida me sonríe, cada día siento que Lima, me debe mucho y no me importa, lo hago con gusto. Soy más que un héroe, como el caballero de la noche, alucino soy Batman, el héroe que se merece esta ciudad.
Ha pasado un mes. El calor acecha, se fue el invierno. Este habito empieza a joderme y cada vez necesito más del frescor de las iglesias.
Hoy tengo que matar a un policía que esta excesivo de peso y ayer coimeo al conductor del bus donde viajaba por no detenerse a recoger a una señora. El gordo policía le dijo: usted está en la obligación de detener el vehículo en todos los paraderos.
Sudo, sudo mucho, camino rápido, este maldito habito esta almidonado. El semáforo esta en verde. Cruzo con el gentío, saco la cuchilla, se la clavó en su cuello, es rápido, me limpio con un pañuelo debajo de mi habito. Oh que coincidencia, un grupo de monjitas se dirigen a la iglesia La Merced, me uno a ellas. Oh si, la iglesia está fresca, me voy a descuajeringar en sus asientos de madera.
Siento un murmullo en la oreja. Hermana vuelva a la fila, que le pasa. Las palabras suenan vacuas en mi oreja, me mareo, Dios, que aroma. Jazmines y aun no anochece. No me importa quien sea, la sigo, sigo su aroma, sigo a la noche que me habla al oído.
Estoy rezando con las monjitas y no me separo de ellas. Y no lo voy a hacer. Quiero ver la cara de la noche que me susurra al oído. Salimos de la iglesia. Ya veo mi futuro. Esclavizada buscando en la abadía aquella monja de los jazmines, sin importarme vender tamales los fines de semana en las puertas de plaza vea al frente de la iglesia La merced. Todo sea por los jazmines.
Siento que esto es más fuerte que un bate, un sueño al mediodía en el centro de Lima. No sé cómo llegamos al monasterio, pero antes pasamos por calles truculentas, mierda, es barrios altos. Las puertas se abren, todas seguimos juntas, nadie habla, estarán en penitencia pienso.
Ya dentro, una de ellas se me acerca y me pregunta quién soy. No contesto. Es mejor no hablar. Todas se reúnen a mí alrededor. Ninguna huele a jazmín. Sentencian que soy muda y soy gracia del espíritu santo. Me disponen una celda, la cama es angosta, no puedo voltear a ningún lado sino me caigo. Es parecido a la cárcel. Solo que aquí nadie te insulta o te quita la comida por ser nueva.
Estas monjas del demonio, se despiertan a las 5. 00 am pero todo valió la pena a las 6.00 en la oración conjunta. Ahí entre todas apareció la madre superiora. El jazmín, la noche que me habla al oído. Y me digo otra vez, hermanos míos: El héroe ha colgado la capa, y aunque suena contradictorio, yo ahora si me pongo el habito para dejarlo todo.
Son cinco días, de esta infernal forma de pasar la vida, de 5 am a 10 pm con una lectura bíblica. La madre superiora me tiene lastima, no me quiere y yo me estoy aburriendo que no me dé bola. Esto de ser muda no me ayuda mucho. Le escribo papelitos pero es muy recta y muy asexual. El olor de sus jazmines me amilana por eso, no desisto de esta ya perdida empresa.
Creo que escapare. El jorobado que atendía la puerta, está muy viejo, si lo mato, fácilmente podre salir. Pero aun el perfume me detiene, después al rezar me doy cuenta que le estoy hablando a quien me arrebato el amor de la madre superiora. Ella solo piensa en Dios. ¿Y la belleza? ¿Dónde quedo? Acá hay cada monja, eso de no fumar y no beber, les deja una piel lozana.
Como el viejo está enfermo, yo de cuando en cuando abro la puerta si estoy cerca. Uy carambas, ha llegado el vino, para las misas del mes. Pase le digo al vendedor, la madre está dentro, ella les va a cancelar. Aprovecho, salgo a la calle, 5 lukas de cañazo. ¿Quién va a sospechar de una monja?
Ya me trague la hora de la lectura, ya son las diez, prendo las luces, las junto a todas en la capilla. Soy una monjita sonriente y muda. Les enseño mi damajuana de vino con cañazo mezclada, les sonrió a todas, ellas me miran con compasión. Les enseño un calendario de mano, con la fecha de hoy marcada con lapicero rojo, les hago señas, es mi cumpleaños les escribo y les pido, señalando al cielo y haciendo la señal de la cruz, que brinden por mi día.
Ingenuas monjitas me reciben las copitas de vino. En 45 minutos, las tengo a todas bien borrachas. Beso a algunas, a las más bonitas, a las otras les doy un beso en la frente, es hora de irme me digo. Cruzo la puerta, mientras camino al porton principal, veo una figura en la caseta, tararea una canción de Nacha pop. ¡Lucha de gigantes! La figura sale de la caseta, me observa y me dice claro, claro, esa es. Que hace aquí tan tarde monjita, ¿a dónde quiere ir? Ya abrí la boca, ya me cague, tengo que seguir hablándole. ¿Usted quién es? ¿Y Serafino? Mi tío está descansando, yo lo reemplazare. Mierda me digo, a este tipo no lo voy a matar. Ya no me puedo ir y tampoco me puedo quedar siendo muda si ya hable.
Me lo voy a tirar. Y el tendrá que callar. Y si no es así, los titulares dirán: Monja mudita violada por portero de monasterio. El dolor y el pecado lograron que ella pudiera denunciar a su agresor. ¡Milagro exclaman sus compañeras del claustro! Me pongo a tararear:



Lucha de gigantes
Convierte,
El aire en gas natural
Un duelo salvaje
Advierte,
Lo cerca que ando de entrar
En un mundo descomunal

Me voy acercando a su caseta, y él sonríe, tienen unos dientes blanquísimos, que en la noche puedo distinguirlos, llego a su puertita y le digo: Siento tu fragilidad Lalala me siento en sus piernas mirándolo, de frente. Su sonrisa se borra, se pone rígido pero no me bota. Esta asustado, alzo mi habito, mis piernas blancas sin broncear lo distraen, que no se da cuenta que su falo me hinca la entrepierna.

Empezamos y me dice: Dime que es mentira todo,Un sueño tonto y no másMe da miedo la inmensidadDonde nadie oye mi voz. Entonces pongo mis dedos en su boca, para que nadie oiga su voz.
Ya es mañana otra vez, y hoy tampoco me voy. Matías es más que buen sexo en la caseta, en el sótano, en las alturas abandonadas del ático, del campanario, del confesionario. Es el único con el que puedo charlar y no lo hace mal. Ni cuando podía hablar, había hablado tanto.

Lo que más le gusta de mi mentira es que sea monja, de poder romperme el habito, de poder observar como lo abro para él. De cómo robamos juntos otra muda de ropa, de otra monja.

Es cierto, en la casa de Dios, encontré paz.
¿Y mi misión heroica?
¿Hay algo más heroico que vivir por amor?

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