miércoles, 8 de febrero de 2012

Héroe anónimo de la guerra interna

Por: Consuelo Solis

¡Booooom! Sedapal explotó, los vidrios del edificio del frente reventaron. Te juro yo vi un hongo igualito a los de Hiroshima y Nagasaki en la esquina de mi casa. Y en medio de esa humareda, volví a recordar la cara de aquella chica despeinada, que Cirilo piropo por joder. Ella y el sujeto que estaba a su lado, habían sido.


Martin de ahora 41 años, llevaba los jeans apretados, las all stars bien amarradas, una camiseta de eskorbuto y aun tenía pelo.
¿Cómo empezó todo…? Recuerdo la plática… El treblinka le decía a Harry desperdicio:
¿Y qué tal Mary? No, estás loco, vive muy lejos. ¿Y? ¿Te imaginas, cada vez que tengas ganas, tener que irte hasta la Molina para tirar? Pero bueno, ¿Qué es más económico? ¿Tu luka china medio pasaje o los 10 lukas para la puta del ranchito? Ya cállense mierdas.
¿A quién miras Cirilo? Ahí viene, murmulla. Una muchacha desgarbada, lánguida con una chompa roja bastante grande para su enfermizo cuerpo, pasa por nuestro lado. En 1987 Los videojuegos eran carísimos, nos divertíamos en las calles. ¿Y el terrorismo? Que íbamos a hacer pues. La calle era el único lugar donde recrearse. Una vieja esquina en Breña, nos era suficientes.
Éramos 8 los del barrio, nos juntábamos todos los días, a disfrutar la noche, a cantar, a conversar, a beber de vez en cuando. Aquel día no iba a ser diferente. Al frente de la esquina de nuestro edificio, estaba Sedapal. Nos jodía que este tan cerca de donde vivíamos. Las interminables colas llenaban las veredas, nos interrumpían el paso en el día.
¿Mamita porque tan apurada? Ella volteo a vernos, tenía miedo, no de nosotros, pero yo pude ver el miedo en la retina de sus ojos y la rapidez con que caminaba me alarmo. Caminaba en dirección de la avenida Venezuela hacia el jirón recuay.

Mire hacia el otro lado de la vereda, un muchacho con las mismas fachas, caminaba al compas de la chica. Volví la vista hacia Sedapal. Dos bolsas negras estaban en la puerta. Cuando regrese la mirada, aquellas figuras tristes de la noche habían desaparecido.

Pónganse de pie. Vámonos para el otro edificio, mas allá, les dije, asustado. Todo fue cuestión de segundos. Unir los cabos, el tiempo que vivíamos, las bolsas, Sedapal, pero sobretodo los ojos de aquella desdichada mujer.
No jodas Martin, no seas paranoico, me decía el Harry Desperdicio. Vámonos huevones, no han escuchado los dos bombazos de hace dos horas. Pero no fue cerca de aquí. Igual, vámonos, crucemos. Los jijunas esos no querían pararse. Hasta que grite: ¡El que no pasa para el otro edificio se la corre al tío paluko! Y esos eran más palomillas... que se pararon al instante con tal de joder al último que llegara al otro edificio.
Llegamos, cada uno se acomodo en la ventanota del segundo piso a mirar las bolsas negras, a esperar que pasara para después joder al treblinka que llego al último. Pero no pasaba nada. Nada sonó. Todos menos yo, le dieron la espalda al ventanal. Cirilo empezó: es verdad que dicen por ahí que se la corres al… y en eso ¡¡Boom!! Nos cubrimos la cabeza, nos tiramos al piso.
La puerta de Sedapal estaba hecha mierda. Todo parecía una fiesta triste, pero fiesta al fin. Volantes del MRTA caían del cielo. La calle era una alfombra de vidrios y la humareda era profunda, cual neblina de invierno. Nadie murió, pero si hubo heridos. Los ambulantes guardaban sus cosas en esos momentos, y ellos fueron las víctimas.

Nosotros nos quedamos echados en el suelo 10 minutos, con miedo a alzar la vista a la calle. Solo cuando escuchamos las sirenas de los carros de la policía, nos decidimos a pararnos, tembleques, aterrados.
En el 97 me mude, pero cada vez que regreso a mi barrio, y me encuentro con alguno de ellos, siempre me joden: Martin fuiste un héroe, deberías cobrarle al CVR (Comisión de la Verdad y la Reconciliación) por tu acción valerosa ese día. Entonces yo me la creo y pienso: “Soy un héroe y nadie me ha condecorado”

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