lunes, 20 de febrero de 2012

Violín en el tiempo

Por: Luis Enrique Mendoza


Hoy es 13 de junio de 1986, camino por el parque Ernesto Ruiz y paso al lado de un arbusto. Hay algo raro, entre las ramas hay una cosa marrón. ¿Qué es esto? Creo que con esto se hace música. Le preguntaré a un ‘profe’ del ‘cole’ para que sirve esto.



¡Marcelo! ¡Marcelo! ¿Dónde estás loco? No hay nadie en el parque. ¡Auch! ¿Qué es esto que me golpeó la cabeza? Un violín cayó de la rama de ese viejo árbol. ¿Cómo llegó eso esta ahí? Está todo maltratado, parece que estuvo en ese lugar por un par de décadas.


Llego al ‘cole’ y para mi buena suerte ahí está Ignacio Montenegro, el profesor de música.


- Disculpe profesor, ¿sabe qué es esto?
- Claro, esto es un violín. Buscaré un arco para que aprendas a tocarla.
- ¿Un arco? Si no vamos a jugar partido.
- Jajaja, no me refiero a eso. Un arco es un accesorio para frotar las cuerdas del violín y hacer música. También debemos cambiarle las cuerdas.


No puedo creer que aprenderé a tocar este instrumento tan extraño. Solo quería saber que es.


- ¡Aquí estás Diego!
- ¿Dónde estuviste Marcelo? Estuve buscándote.
- Tenía hambre, así que fui a comprarme un helado, ya me lo acabé. ¿Qué es esa cosa?
- Es un violín, cayó de ese viejo árbol.
- ¡Wow! Llevémoslo donde tu viejo y luego vamos un toque al internet a jugar Half Life.
- Esta bien, vamos a mi casa.


El ‘profe‘ Montenegro es un ‘trome‘, cambió las cuerdas del violín y con el arco frota las cuerdas para hacer música clásica. Me dijo el nombre de la canción y del autor pero son tan extraños e impronunciables que los olvide.


Este violín es muy viejo, creo que ya no sirve, pero de todos modos se lo daré a papá para que haga algo con esto. Él sabe más sobre la música y sus instrumentos que yo, él sabrá que hacer.
Llevo un mes aprendiendo a tocar el violín con el profesor Montenegro y ya me acostumbre a que me diga: “Manuel, así no”. Soy muy malo para aprender las cosas, pero creo que con el violín podre superar esto.


Estoy a una cuadra de mi casa, Marcelo sigue preguntándome sobre los violines. “Te dije que mi papá sabe más que yo” le repito a cada rato. Llegamos a la puerta de mi casa y abro la puerta con la llave que me dio mi papá hace una semana.


- ¡Hola! ¡Papá! ¿Estás ahí?
- No hay nadie, Diego.
- Así parece. Dejemos el violín y vámonos al internet.
- Ya, amigo. Vamos.


Me sorprende que papá no este en casa, él siempre regresa del trabajo a esta hora, quizás tuvo un percance y por eso no está.


El violín se ha vuelto mi vida. Nunca antes fui tan bueno en algo y jamás quiero dejar de tocarlo. Quizás me vuelva profesional, pero todavía falta mucho para eso. Recién llevo un año con el violín.


Estoy de regreso en casa luego de una gran faena en el internet. ¿Y el violín? Lo deje en la mesa. ¿Dónde esta?


- Hola Diego
- Papá, ¿A qué hora llegaste?
- Hace un minuto.
- ¿De donde sacaste este violín?
- Cayó de un viejo árbol en el parque Ruiz.
- Este violín significa mucho para mí.


Nunca había visto llorar a mi papá. Es un momento muy conmovedor. Parece que ese violín significa mucho para él.


¿Qué? ¿Por qué debo cambiar de violín? Ya llevó tres años con este y le tomé mucho cariño. No quiero deshacerme de él. Tengo que encontrar la forma de conservarlo.


Papá sigue llorando. No puedo creer que le haya agarrado tanto cariño a un violín. Es solo un instrumento musical y encima esta muy viejo.


Acá estoy, este es el parque donde encontré este violín hace unos años. No quiero separarme de él, pero mejor me desprendo de él antes que me lo quiten. Lancé el violín hasta lo más alto del árbol más grande del parque. Espero que se quede ahí siempre. Te extrañaré, mi violín.

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