miércoles, 25 de enero de 2012

Nunca tuve la copa llena

Por: Consuelo Solis

Nunca tuve la copa llena, fui bastante decente a decir verdad. Aun no es medianoche y ya estoy sintiéndome bastante alegre. No es la reunión que esperaba. Todo está lleno de frikis, sus anteojos son más grandes que sus minúsculos cuerpos. Chicos flacuchos con jeans pegados y converse sucias, una chompita chapetex del barrio chino, sangría y sus infaltables videojuegos. ¿Que hago aquí? Ah sí verdad, en un rato aparecerá: La pequeña, la menudita y linda Peggy


Bebo lentamente, me he propuesto un reto. Quince minutos por cada copa. Estoy bastante lucido pero en un segundo lo bebido y no bebido se me sube a la cabeza. Es Peggy que va entrando, no me importa lo que lleva puesto. Podría andar desnuda, ella puede andar como quiera. No importa. No miraría ni su cuerpo. Me quedo arriba. Soy un hombre de rostros y tampoco olvido el suyo. No el de Peggy, sino de quien la lleva del brazo. Moreno, labios prominentes, cabello rizado, es todo un Matalache. Y yo soy blanquito, alto, pero blanquito. No tengo oportunidad. De un manaso me voltea la cara y mi mariconada es más fuerte. Me quedo aquí, he dicho, en la esquina de la sala, este será mi barricada. Yo y mi vaso. Mi vaso y yo.
Que mala suerte, esa salsa es buenaza, yo la sé bailar. Ahora que Peggy ha llegado, la fiesta cambia. Pareciese que todo fue un pésimo simulacro. Los frikis se levantan como autómatas, apagan el play, jalan los sillones. Peggy está aquí y aunque ella sea tan educada y los salude, nunca sabrá quienes son sarta de pajeros.
Van a seguir bailando y yo seguiré aquí. Muevo el vaso con sangría, el líquido rosado se pone a bailar, las manzanitas están flotando, las veo ahí dando vueltitas tan sabrosas. Un pedacito de manzanita en la boca de Peggy, no te preocupes pequeña, yo te la voy a sacar, solo abre la boca como la libertad, canta ahora Fito Páez, nadie baila, preparan la siguiente ronda, esta vez ron con gaseosa. Y yo aquí, desperdiciando la sala vacía, a ti Peggy que por ahora estas sola que el moreno se ha ido a mear.
Vuelve la salsa, Félix la coge de la cintura y la saca a bailar. Algunos compañeros de facultad han llegado, los frikis se aíslan, separan una jarra de roncola y se ponen a beber a solos. Su mano se mece en su cinturita, entre sus dedos que la tocan con detalle, con precisión, con amor. Es por eso que no puedo hacer nada. ¿Que puedo ofrecerle? Alguna vez rellene esos infelices slam de la gorda del salón. Una de las preguntas era: ¿Crees en el amor? Respondí: Sí, pero el amor no cree en mí.
El moreno le da una vuelta, ella con bastante gracia da vueltas y cae en su pecho, es hora del desenrosque, ella vuelve a dar vuelta entre sus brazos, amos menean las caderas, el es todo un morenaje, se quiebra. Son un café con leche delicioso. Su castaña cabellera se mueve de lado a lado, al compas de sus pies, es una blanquita con swin, con unas nalgas protuberantes que saltan al compas de sus tetas pecosas y el cual hombre fornido la aprieta hacia él. Son el show de la noche. Todos esperaban ver a Peggy, pero nunca con Félix.
Era una de Willie Colon, le seguía dando vueltas a mi vaso y le cantaba en silencio Gitana gitana tu pelo tu pelo tu cara tu cara se que nunca fuiste mía… ni lo has sido ni lo eres pero en mi corazón… No termino de cantarla, porque en mi corazón tampoco estas. Seguían bailando cuando de pronto pararon, se quedaron quietos, dejaron de bailar, se miraron fuertemente y ella bruscamente le tiro una cachetada, cogió su bolso y se escondió ene l baño. La música se acabo, los frikis y todos alrededor dejaron de conversar.
Y ahí estaba el semental de Félix morado de vergüenza, con la mejilla encendida y señalando con su falo erecto los granos del gordo Samuel. Parado, estupefacto, idiota. Todos callábamos, era trabajo del silencio joderlo más al moreno, en eso, la risotada del gordo Samuel rompió la ceremonia vergonzosa para empeorarlo todo: Se ha venido ¡! ¡Y seguro Peggy esta limpiándose la chele de su vestidito!
Una orquesta de risas, alternada por los chillidos del palo seco de Manuel. Samuel tenia la batuta, el reía mas fuerte, entre el corrillo estaban los temerosos frikis, conscientes de una posible golpiza de parte del negrito precoz.
Pero no fue así, Félix no hizo nada, su vergüenza era tan grande que no se movía. Las risas cesaron, el propio Samuel, seguro con algo de pena por su risa escandalosa viendo la cara del zambito petrificada, se acerco a él. Hermanito que te pasa. Ya paso, anda muévete y ve a mi cuarto a limpiarte. Félix no contestaba, solo movía sus ojos hacia abajo. Samuel se preocupo y se acerco más. ¿Qué te pasa? Casi sin mover los labios le contesto: Me ha dado calambre allá abajo. Jajaja su pajarito esta con calambre, volvió a reír, chino de risa abrió los ojos y nadie más lo acompañaba en su nuevo descubrimiento. Todos miraban a Félix estático. Gruesas lagrimas salían de sus ojos, parecía el Cristo moreno llorando por los pecados de todos los pecadores, un mártir, parado, postrado donde hacia horas había lucido su baile con la chica más bonita de la facultad.
Mire mi vaso, estaba casi vacío, con las manzanitas secas al fondo de la copa. Es cierto no era la noche que esperaba, pero tampoco la que esperaba Félix, el Matalache precoz.

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