lunes, 9 de enero de 2012

Caída Fatal

Por: Luis Enrique Mendoza

Este no era un partido cualquiera. La historia hizo que cada vez que estos equipos se enfrenten, la hinchada, la ciudad ¡El país entero! Se paralice. Era un sábado y el estadio estaba lleno de calor, por las miles de personas que se encontraban allí. 


Una de esas personas era Paulo, hincha de la “U” desde su niñez, que era su primer día de trabajo en el estadio del equipo de sus amores. Vendería gaseosas en la tribuna de oriente. Con el dinero que obtendría, quería ahorrar para apoyar a su familia.
Eran las cinco y treinta de la tarde, los jugadores de ambas escuadras ya estaban en la cancha y Manuel Garay, el árbitro del cotejo, hizo sonar su silbato y dio inicio a la fiesta del fútbol.
Paulo quería ver tranquilo el partido, pero su trabajo y la ubicación en la que se encontraba no le permitía apreciar el cotejo como lo hubiese deseado, como dicen: “Chamba es chamba”.
Los primeros minutos del cotejo fueron muy peleados. Ambos equipos daban el todo por el todo, sabían la importancia que tiene este tipo de partidos, y en el minuto 21 se abre el marcador a favor de los locales.
La tribuna norte estalló de alegría y en occidente Paulo también celebró el gol anotado de cabeza por Vitti, un jugador argentino con buena suerte en la cancha y mala fuera de ella.
Los locales siguieron con el marcador a favor por varios minutos, pero a los cuarenta minutos el “Búfalo” cayó en el área local y el juez cobró penal. El agredido se encargó de ejecutar la pena máxima y decretar el empate.
En occidente, los hinchas del cuadro local enmudecieron y Paulo “saludaba” a la madre del autor del gol gritando
-“Hijo de Puta”, al igual de los barristas de la tribuna norte.
El primer tiempo acabó con el empate. Los entrenadores replanteaban sus estrategias en camerinos y Paulo aprovechaba el receso para vender sus gaseosas.
Al reanudarse el partido, Paulo pensó que el equipo de sus amores conseguiría rápido el gol de la victoria, pero se equivocó. Ambos equipos no se hicieron daño hasta los últimos cinco minutos.
Desde el minuto cuarenta del segundo tiempo, los dos equipos atacaban constantemente, se hizo un partido de ida y vuelta, pero nadie anotaba.
Se cumplieron los noventa reglamentarios y se jugaban tiempo extra, el balón era dominado por el cuadro local y Morel remató el balón desde fuera del área y consiguió el gol tan ansiado por su equipo.
Todos los hinchas locales gritaron hasta más no poder, Paulo gritó como nunca antes lo había hecho y se quedó afónico por unas horas. La alegría era explicita. El árbitro dio por finalizado el partido y la “U” ganó.
¡Paulo estaba contento por el triunfo local!
Pero notó algo extraño. Veía que en la tribuna sur se amontonó un grupo de personas y policías se acercaba hacia ese lugar.
La gente empezaba a retirarse del estadio, entre ellas Paulo, y mientras salían del coloso deportivo vieron ingresar una ambulancia. Empezó a correr el rumor.
-¡Se ha caído un hincha!
-¡Herido!
-¡Fue desde el palco!
La policía hizo un área restringida, manteniendo al margen a los observadores y periodistas.
Paulo quedó pasmado con lo ocurrido.
Al llegar a su casa, encendió el televisor para averiguar sobre esa caída. Efectivamente, un hincha del equipo visitante cayó desde uno de los palcos ubicados en la tribuna sur, falleció al instante. Ni a su peor enemigo le desearía lo sucedido.
El martes, informaron que el estadio de la “U” fue inhabilitado hasta nuevo aviso por la muerte del hincha caído. Esa noticia fue un baldazo de agua fría para Paulo, ya no vendería gaseosas en el coloso deportivo y a su vez no podrá apoyar a su familia.

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